El viajero ha tendido su capa, y se dispone a pasar un tiempo con nosotros. Un año más, tan clásico pero tan innovador, el verano cubre los rincones de nuestra feligresía con las maravillas que sólo esta ciudad puede ofrecer. Usando de espejo la blanquecina piel de los turistas que en estas fechas nos invaden, el sol nos muestra su lado duro, dejando un reguero de soledad en nuestras calles, que se agrava en las horas muertas de la tarde. El asfalto, el mismo que lució abrigos rojizos en las puestas de sol otoñales, se presenta con ropajes ondulantes, al son de un crepitar parecido, pero distinto, del que manaba de los fogones salados de un puestecito de castañas.
Mas no hay cruz sin su cara, y la cara de nuestra Sevilla se perfuma todo el año con los olores que a tantos nos vuelven locos; si con las primeras flores se enfrasca en su azahar penitente, hoy nos embriaga el jazmín que colma las fachadas de la judería. Y si entonces la serenidad nos fallaba ante la imponente belleza de la Rosa Guadalupana del Arenal, también señora de las Aguas ¿quién se tiene en pie cuando se clava en tus ojos la mirada de la señora del mar? “Carmen” la bautizaron las olas, y como los pescadores, que le procesan sus más sentidas oraciones, tejió su red y nos la lanzó para agarrarnos a ella cuando el temporal arribe, y no nos quede más que mirar hacia arriba.
Triana tiene la dicha de arropar en su seno la casa de la que en vida fue la abuela de Dios, la “Catedral de Triana”, como algunos la llaman, y también sacará sus ropas de gala. Su gente celebrará el día de la madre de nuestra Madre, y lo hará como es costumbre en nuestra tierra: cantando, bailando, bebiendo y comiendo. Las viejas generaciones podrán avivar el fuego de su memoria cuando los puestos de higos chumbos, de avellanas verdes y pistachos pueblen las cercanías de la plaza del Altozano; los niños, encantados bajo el brillo de las luces, pasearán su deseo por las atracciones y las tómbolas de la calle Betis… y, como la mecha que llega a su fin, el cielo trianero explotará un 26 de Julio, cuando la Velá de Santa Ana proclame el “hasta el año que viene” bajo el jolgorio y los fuegos artificiales.
Y antes de que el viajero comience a hacer su maleta aún le quedará deseo de un capricho más; un capricho dibujado en papel antiguo, adornado con banderolas rojas y envuelto en la magia de una mañana sevillana. El compás de los latidos lo marcarán las campanas de la Giralda, las palmas hablarán por cada uno de los allí presentes… y la patrona de Sevilla paseará una vez más por los aledaños de la Catedral. Cuentan que San Fernando soñó con ella, la mandó tallar y la llevó con él a sus conquistas; el 15 de Agosto, desde la Plaza Nueva, verá desfilar a su Virgen de los Reyes, la que soñó para su ciudad, que vuelca su corazón al igual que un hijo vuelca su amor hacia el ser que le dio la vida.
C.J.G.
Mas no hay cruz sin su cara, y la cara de nuestra Sevilla se perfuma todo el año con los olores que a tantos nos vuelven locos; si con las primeras flores se enfrasca en su azahar penitente, hoy nos embriaga el jazmín que colma las fachadas de la judería. Y si entonces la serenidad nos fallaba ante la imponente belleza de la Rosa Guadalupana del Arenal, también señora de las Aguas ¿quién se tiene en pie cuando se clava en tus ojos la mirada de la señora del mar? “Carmen” la bautizaron las olas, y como los pescadores, que le procesan sus más sentidas oraciones, tejió su red y nos la lanzó para agarrarnos a ella cuando el temporal arribe, y no nos quede más que mirar hacia arriba.
Triana tiene la dicha de arropar en su seno la casa de la que en vida fue la abuela de Dios, la “Catedral de Triana”, como algunos la llaman, y también sacará sus ropas de gala. Su gente celebrará el día de la madre de nuestra Madre, y lo hará como es costumbre en nuestra tierra: cantando, bailando, bebiendo y comiendo. Las viejas generaciones podrán avivar el fuego de su memoria cuando los puestos de higos chumbos, de avellanas verdes y pistachos pueblen las cercanías de la plaza del Altozano; los niños, encantados bajo el brillo de las luces, pasearán su deseo por las atracciones y las tómbolas de la calle Betis… y, como la mecha que llega a su fin, el cielo trianero explotará un 26 de Julio, cuando la Velá de Santa Ana proclame el “hasta el año que viene” bajo el jolgorio y los fuegos artificiales.
Y antes de que el viajero comience a hacer su maleta aún le quedará deseo de un capricho más; un capricho dibujado en papel antiguo, adornado con banderolas rojas y envuelto en la magia de una mañana sevillana. El compás de los latidos lo marcarán las campanas de la Giralda, las palmas hablarán por cada uno de los allí presentes… y la patrona de Sevilla paseará una vez más por los aledaños de la Catedral. Cuentan que San Fernando soñó con ella, la mandó tallar y la llevó con él a sus conquistas; el 15 de Agosto, desde la Plaza Nueva, verá desfilar a su Virgen de los Reyes, la que soñó para su ciudad, que vuelca su corazón al igual que un hijo vuelca su amor hacia el ser que le dio la vida.
C.J.G.
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